Sonja Åkesson: ser mujer en Suecia… y escribir poemas sobre ello

Y de repente, apareció Sonja. Una mujer que apenas tenía la escuela básica obligatoria, una gran afición por la bebida y un sentimiento de desolación tan grande que terminó escribiendo los libros de poesía más leídos de su generación. Con el añadido, sin duda nada desdeñable, de haber incorporado al realismo poético sueco la vida cotidiana de las amas de casa, haciendo del espacio privado un espacio metafísico y sin duda político.

Pero no todo es tristeza en Sonja. En el prólogo de su antología, el traductor Francisco J. Uriz ya destacó la simbiosis entre la fortaleza y la accesibilidad en los poemas de Åkesson. Sonja llevó una vida llena de altibajos emocionales y de episodios dramáticos. Perdió a uno de sus hijos por la leucemia, y ese hecho sin duda marcó a la autora. Durante la década de los sesenta, nacerá su conciencia feminista y también su interés por el teatro. En los setenta, acosada por el alcoholismo y los problemas mentales, murió finalmente de cáncer  de hígado.

No conozco ningún camino.

Permanezco (de pie sentado tumbado) en el desorden

entre desechos (en mi imaginación)

voy retirando cosas de aquí

para allá

«ordeno».

Tendré que seguir haciéndolo hasta que muera.

Uno de los poemas más potentes de toda la antología, que ofrece un panorama amplio y variado de su producción poética, es «La cuestión matrimonial». Este poema se convirtió en referencial para el movimiento feminista. Articulado en torno a la repetición de la frase «ser esclava de Hombre Blanco», Sonja desmonta el matrimonio entendido como fase vital de realización de las mujeres, haciendo hincapié en la cuestión económica y de intercambio desigual atravesados por el sistema capitalista:

Hombre Blanco ocuparse de todo

mantener a todos los hijos.

Jamás poder pagar gran deduda

a Hombre Blanco.

En el poema «Autobiografía», relata una doble experiencia atravesada por el deseo de ser una mujer autónoma y libre y la obligación tácita de acomodarse en las construcciones culturales propias de su género:

Salí corriendo en el temprano crepúsculo

y quise extender la mano hasta traspasar el cielo

pero volví apresuradamente a casa

para que no se me quemasen las patatas

Veo una similitud

entre las patatas

y yo.

Sonja también criticó la funcionalidad de los objetos y de las personas en el mundo contemporáneo, la sensación de no pertenencia y la apatía que, en muchas ocasiones, acaba conquistando a las mentes brillantes. En el poema «Visita a la Fundición de Sandviken» repasa la situación del movimiento obrero y del mundo empresarial en Suecia, a través de los diálogos y la intertextualidad. En un momento, simula la entrevista con un obrero, dando lugar a poemas de gran carga emocional y subversiva:

¿Que si el trabajo es monótono?

Sí, claro que puede ser monótono.

Asesino del espíritu,

se podría decir sin exagerar.

La poesía de Sonja refleja la otra cara de una época dorada para uno de los países más desarrollados del mundo, con un Estado del Bienestar intachable y unos supuestos avances en igualdad. Ella agrietó esos avances, mostrando la miseria, el aburrimiento y el vacío de una sociedad rica en lo material pero sin duda pobre en lo espiritual. Más allá de la aparente tranquilidad de las casas unifamiliares estaba Sonja, escribiendo el tormento y la esperanza de querer ser libre.

Sonja Åkesson (Gotland, Suecia, 1926-1977) fue una de las poetas más leídas de su generación. De formación autodidacta, realizó algunos talleres y cursos de escritura pero no pasó de la escuela obligatoria. Se convirtió en una figura esencial del realismo sueco, una corriente poética denominada «nueva sencillez», además de incluir temáticas feministas en sus poemas. Sin embargo, su producción poética es bastante ecléctica y en ocasiones muy arriesgada formalmente. Publicó, entre otros, los poemarios Situaciones (1957), Paz hogareña (1963), Vivo en Suecia (1966) o El ojo del caballo (1977). Esta antología es la primera aparecida en lengua castellana y en edición bilingüe. Fue publicada por a Editorial Vaso Roto en 2015.

Ganar lo vivido: «Descendencia», de Dulce María González

Como personaje salido de los diálogos de Platón,

masculino si fuera el caso,

ella se pregunta al escribir cómo es que habla.

Y cuestiona el reducido mundo de los humanos

contenido en la garganta

(…)

Fotografía de la autora tomada de Milenio.com

Fotografía de la autora tomada de Milenio.com

Los poemas de Descendencia parecen instantáneas, tomadas en situaciones variables que comparten, sin embargo, el ámbito situacional de lo íntimo y cercano. Estampas familiares de vino y aperitivos. Aunque es un libro escrito desde la enfermedad, está poblado de vívidos recuerdos acompañados por los desafiantes dibujos de Víctor Ramírez. Estos últimos poemas son bastante breves, muy visuales. Al tiempo que reflejan la memoria desde el padecimiento, retratan la experiencia femenina, donde la independencia y la soledad son indispensables para ejercer la escritura. Soledad como aquella del árbol de hojas escarlata; soledad como separación.

Dulce María imagina la muerte al sentirla próxima. La muerte es un límite, para la vida y para la subjetividad de la poeta, que «aun no sabe cómo es» ella misma. De ahí el desdoblamiento que lleva a cabo: por un lado se distancia del recuerdo narrado, al utilizar esa tercera persona; por otra cuestiona los límites del lenguaje y de una realidad que empieza a ser conquistada por el pesimismo.

«Los frutos de la fe», tituló Clara Janés al prólogo de este último poemario de Dulce María González. Quizá esta frase conseguiría resumir un libro que se perfila cercano a la muerte pero que no por ello renuncia a la vida ni lamenta pérdidas antes de tiempo. Al contrario, Dulce María va fotografiando entrañables escenas de interior, terriblemente cotidianas, en un ejercicio poético del rescate. Descendencia rescata -y gana- lo vivido para siempre, convirtiéndolo en poesía.

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Descendencia ha sido publicado por Vaso Roto en 2014


Dulce María González (Monterrey, México, 1958-2014) fue una escritora mexicana, licenciada en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Recibió el Premio Nuevo León de Literatura por su novela Mercedes Luminosa en 2002 y el Premio a las Artes de la UANL en 2003. Publicó tanto cuentos como novelas, prosas y crónica. Como poeta, escribió Ojos de santa (1996), Un océano divide (2012) y Lo perdido (2014), además de Descedencia (2014).

La búsqueda de la identidad femenina a través de los «Espejos de las fugaces» de Joumana Haddad

Ahora que estoy dormida. Ahora que duermo, puedo hablar. Abro la boca y corren lobos en su interior. Y grito: vida, déjame beber tu sangre. Déjame encajar mis dientes en tu cuello de bestia, ahí donde, por mí, palpita la vena de tu odio silencioso. Déjame matarte vida, para que me poseas. Para que yo posea mi vida.

Joumana Haddad (Beirut, Líbano, 1970) es una poeta, traductora, y periodista, ademas de ser la redactora jefe de Jasad, una polémica revista especializada en el cuerpo y el erotismo, siendo esta la primera editada en el mundo árabe, y por la cual ha recibido múltiples amenazas de muerte. Ha publicado libros en lenguas diferentes, así como diversas obras de traducción, en las cuales están una antología de la poesía libanesa moderna publicada en España. Entre sus obras mas prolíficas cabe destacar El retorno de Lilith (2006), Yo maté a Scherezade (2011), o Superman es árabe (2014).

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Espejos de las fugaces está dividida en dos partes. En una primera, indaga y profundiza de manera desgarradora en la idea de la muerte, jugando con su propio suicidio y recreando su entierro. En la segunda, repasa las causas y la realidad de los suicidios de 12 poetas contemporáneas -Sylvia Plath, Alfonsina Storni o Nilgun Marmara, entre otras- a través de una visión poética, religiosa y científica. Con una prosa poética sutil a dos voces, personalizada con diálogos y caligramas, la autora nos brinda un poemario repleto de imágenes detalladamente atroces, intimistas, sexualmente expíicitas, y tan macabras que incluso llegan al cinismo pero, a su vez, con un lenguaje sencillo y accesible:

En él, heredo a mi suegro mis dientes (delante de mi se dispersaron, como fichas de dominó, en medio de la acera); el cinturón con el que solía amenazarme cuando llegaba borracho a casa; y mi miedo y mi miedo, para que entienda la diferencia entre su cobardía y el miedo. […] Pero a nadie, a nadie legaré mi boca: Pues de mi boca saltaré para escaparme.

Espejos de las fugaces es más que una obra maestra de la literatura árabe contemporánea. Es una oda a la vida y a la identidad femenina en medio de un ambiente religioso y cultural hostil, el cual condena el suicidio como la peor acción que pueda hacer el ser humano. Una oda frágil y profunda, pero tan provocadora a su vez, que no dejará indiferente a nadie. Joumana, a través de la editorial Vaso Roto, nos vuelve a demostrar que, en ocasiones, las palabras pueden ser más agresivas que los propios actos reivindicativos.

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Espejos de las fugaces ha sido publicado por Vaso Roto en 2010.

«Erosión en paisaje» o la sentimentalidad rocosa, por Teresa Soto

Por Carmen Diez Salvatierra

Hostigaba el camino de tan repetido

mañanas y mañanas. Condena

de tan idéntica. Mismo semáforo,

mismas huellas, mismo aliento frío.

Materia toda del trabajo por hacer. 


 Teresa Soto (Oviedo, 1986) es licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Granada. Tiene un Máster en Literatura por la Universidad de Colorado, Boulder, que realizó gracias a una Beca Fullbright. Asimismo, fue lectora MAEC-AECID en Ayn Shams (El Cairo, Egipto). Actualmente reside en Madrid. Tiene publicados tres poemarios: Un poemario (2008) que recibió el Premio Adonáis de Poesía, Erosión en paisaje (2011) y Nudos (2013). Asimismo, algunos de sus poemas fueron incluidos en la antología Poesía en mutación (2011) de Alpha Decay.

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He aquí el que fue segundo poemario de Teresa Soto, publicado hace ya tres años, cuando la autora contaba apenas con los 25. Una bellísima edición, como todas las de Vaso Roto, sirve de contenedor a una obra de estructura cuidadosamente meditada. «Erosión en paisaje» parece remitir a una mermada geografía; aquella del cuerpo doliente, erosionado, precisamente, por la ausencia y el abandono. No es casual que el último verso de la tercera y última parte, «Anatomía del fruto», sea:

Son útiles, qué duda cabe, los abandonos.

De nuevo la poesía se concibe como hija sucesoria de un fracaso amoroso, como su único resultado. Y también, dice Sánchez Moreiras en Culturamas:  «como la historia en tres etapas de un daño y su sanación». A la vez, pretende hacer perdurable todo ese tiempo y espacio compartidos con la persona amada.

Precisamente el espacio es de gran importancia para Teresa, y muy concretamente el espacio natural: esta es una característica nada exigua de su poética, que la diferencia de otras voces coetáneas. Puede que sea casual que haya nacido en Asturias, y que por esta razón muchos de los poemas se vean dominados por un tono bucólico. Aunque decir bucólico es poco, ya que la autora actualiza imágenes relativas al mundo vegetal que le sirven, al mismo tiempo, en las descripciones del objeto de su devoción:

Es el rostro tuyo que florece

bajo esta luz. (…)

Campo de maíz, tus ojos. Calas y los primeros

narcisos que salieron frente a la casa, aquellos

que sobrevivieron a la nieve,

epítomes nuestros de dureza y suavidad.

Si bien son continuas las referencias a los elementos de la naturaleza, hay espacio para otras voces, voces que son disidentes y que demuestran la calidad y sabiduría de la autora, capaz de dominar tonalidades poéticas bien dispares. Me remito aquí al poema con el que he querido empezar la reseña, el cual podría fácilmente emparentarse con aquella corriente conocida como poesía de conciencia. La crítica a lo mecánico y a lo rutinario se hace belleza y esto es lo poderoso.

Erosión en paisaje es un poemario trabajado y asombrosamente depurado. Sin duda requiere un nivel de erudición y de atrevimiento por parte de las lectoras y los lectores que se le aproximen. Es el precio que se paga por gozar de la poesía en las rocosas alturas.

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Erosión en paisaje ha sido publicado por Vaso Roto

Extrañamiento en flor. «Todo ajeno» de Natalia Litvinova

Por Carmen Diez Salvatierra

 Corte

Hay hombres con la delicadeza bruta de los pájaros.

Por mirarme abren el aire, deshilachan al viento.

Si me acerco a ellos, si logro acercarme,

me harán un corte invisible.


Natalia Litvinova (Bielorrusia, 1986) es poeta y traductora. Vive en Argentina, donde dirige la colección de traducciones de Melón editora. Coordina la sección de letras argentinas de la Revista Ombligo, y también da cursos sobre poesía y escritura acompañada de Javier Galarza. Mantiene un blog llamado «Animales en bruto» donde cuelga sus traducciones de poetas rusos. Ha publicado, además de Todo ajeno (2013) Esteparia (2010), Balbuceo de la noche (2012), Grieta (2012), Rocío animal (2013) y Cuerpos textualizados (2014), este último escrito junto con Javier Galarza.

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Algo en Natalia nos remite a la pureza. Pureza en el espíritu que termina siendo devastada, casi descreída. En el principio, una gran metáfora del error vital: Le arranco los botones a la camisa del que no la lleva. Una equivocación que nos anticipa una de las obsesiones de la autora: la complicada relación del sujeto poético consigo mismo y con sus semejantes. La poesía, entonces, se erige precisamente en salvación y espacio seguro. Replegada en sí misma, pero igualmente desolada en las relaciones sociales y afectivas.

Sus breves pero esclarecedores poemas nos remiten, casi imperceptiblemente, a una crítica emocional del feroz individualismo en nuestro mundo capitalista: Toda esta sombra perra sola como la gente. La cercanía que no deja huellas, la memoria traicionada por el olvido: Perder es un misterio. Aprendemos, casi inconscientemente, a deshacernos de todo aquello que nos hiere, para terminar viviendo en una falsa ligereza. El cuerpo es quien porta y evoca las antiguas sensaciones, quien atestigua su verdadera existencia. Quien, en definitiva, sufre el riesgo, la «marca» y las peligrosas apetencias: Me estremezco porque este cuerpo / descuidó sus fronteras / en busca de más.

De igual manera, los poemas de Natalia nos introducen a una reflexión metapoética, como si de sentencias se trataran. Su lucidez es extrema: la inutilidad de las palabras como medio de expresión de los sentimientos humanos, La intimidad se fuga con las palabras, o la escritura como trampa redentora: Escribir es ir hacia la herida para curarla con veneno.

Siendo así, la extrañeza que se desprende  de la poesía de Litvinova es fácilmente contagiosa. Extrañeza y extrañamiento o остранение, haciendo un uso no casual del concepto de los formalistas rusos. Pero cómo no sentirse desarraigada ante  la extrañeza que sigue, paradójicamente, al continuum de experiencias vitales.  La ausencia de lugar o la proliferación de lugares (in)habitables fruto de una amalgama de identidades -bielorrusa y argentina- explica quizá el carácter fragmentario de sus poemas, cercanos a la prosa poética al aparecer en frases cortas. Son pequeñas fracturas, grietas que luchan por derribar un muro impenetrable. El mundo: Ajeno como todo lo que es mío.

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Todo ajeno ha sido publicado por Vaso Roto en 2013.