El imaginario sobre la guerra civil española suele tener situaciones conexas la mayoría de las cabezas. Un Madrid antifascista que resistiendo hasta el último aliento, una Barcelona anarquista encendida de barricadas, la extrema crudeza de la batalla de Teruel bajo cero. Guernica y Luno bajo escombros. Poetas, políticos y cientos de miles de personas aproximándose con desesperación a las fronteras con Francia, donde en poco tiempo les recibiría otra guerra aún mayor. Sin embargo, poco se sabe de lo que ocurría en los otros territorios españoles alejados de la Península Ibérica, en el África Española y en concreto en las Islas Canarias, donde se produjo el levantamiento por el ala de Franco. Canarias cayó en el momento que se inició la guerra. Por delante quedaban tres años de guerra en la ultraperiferia. Guerra desde un frente abandonado, lejano y recientemente silencioso.
La descripción de la vida cotidiana de Sara, una niña tinerfeña que cuenta sin comprensión de lo que acontece los años de guerra. Como sus tíos, maestros republicanos, son llevados a la prisión de Fyffes en mismo día en el que se produce el golpe. Como su madre y sus vecinas, que se han quedado solas y resisten gracias a los lazos de solidaridad entre mujeres, y se enteran del avance de la guerra sintonizando la clandestina Radio Pirenaica. Y como la familia sueña con que cada avión que pasa son republicanos que vienen a liberar las islas.
«-Por lo visto es un golpe de Estado que empezó aquí… Dicen que se reunieron en Las Raíces… Franco y otros militares.
-No creo que dure esto mucho. Imagino que el gobierno de Madrid ya está tomando cartas en el asunto…
-Ya se sabe -dijo no sé quién bajando la voz- hay militares que no entienden esto de la democracia y otros que todavía suspiran por el rey…»
Mediante una redacción simple y clara, propia de la expresión de los niños, Cecila Domínguez Luis irá haciendo un retrato del conflicto desde sus ojos, mostrando una atmósfera de un silencio imperante. Dónde hay miedo de los vecinos, dónde las mujeres recogen firmas para intentar salvar a sus familiares encarcelados del fusilamiento. O dónde tener una huerta que haga más leve la cartilla de racionamiento.
««No se puede visitar a los que están en capilla», les dijeron. Entonces se acercó un soldado y les pasó unas cartas que los tíos habían escrito para despedirse.
No se atrevieron a abrirlas. MTía Amalia y nuestra madre no hacían más que mirar fijamente los sobres que temblaban en sus manos. Luego, y al mismo tiempo, se los pasaron a tío Juan y este los guardó en el bolsillo de su chaqueta. Era como si les quemaran. No lloraban. Su desconsuelo era seco, como de piedra, y por un momento temí que se desplomaran o enloquecieran. Cogí con fuerza la mano de mi madre; ella la apretó y entonces aprendí a llorar por dentro, pero eso dolía más.»
Cecilia Domínguez Luis, (1948, La Orotava, Tenerife) Filologa hispánica, profesora e hija de la posguerra. Su vida ha sido dedica a la docencia y la literatura, con una basta publicación de poemarios y obras en prosa. Ha sido presidenta del Ateneo de La Laguna. Desde 2011 es académica en la Academia Canaria de las Letras y en 2015 recibe el Premio Canarias de literatura.