Desmontando tópicos gracias a Las Chicas como Emma Cline.

Pobres chicas. El mundo las engorda con la promesa de amor. Cuánto lo necesitan, y qué poco recibirán jamás la mayoría de ellas. Las canciones pop empalagosas, los vestidos descritos en los catálogos con palabras como “atardecer” o “Paris”. Y luego les arrebatan sus sueños con una fuerza violentísima; la mano tirando de los botones de los vaqueros, nadie mirando al hombre que le grita a su novia en el autobús…

Muchas de las angustias e ilusiones de nuestra edad del pavo caben en este párrafo. La adolescencia es una transición bien chunga: adolecemos de muchas cosas. Evie, la protagonista de Las Chicas (Anagrama, 2016), es una Eva en ciernes: el mundo de los adultos, la libertad y la independencia le están vedados. Por el momento, el sexo permanece vedado y tabú. El cuerpo es una tierra incógnita. Evie buscará referentes en su entorno. Su identidad está en construcción.

portada Las Chicas

Pero, ¿qué puede ver a su alrededor? Mujeres adultas (su madre y Tamara, la novia del padre) que parece que aún no han superado el pavo. Y hombres adultos bastante lamentables (su padre y Frank, el novio de la madre, luego Russell y Mitch). Por un rápido amoldamiento a los estereotipos sociales de género, ellas continúan pensando que su objetivo en la vida es ser queridas, encontrar el hombre que las proteja, con quien fundar el hogar y la familia feliz, mientras que ellos viven agobiados con la idea del éxito (económico) y que el resto, amor, familia, hogar y cuidados, son los complementos que trae consigo el dinero. Así es como repetimos patrones y perpetuamos la misma canción. Las mujeres vienen de Venus y los hombres de Marte. Ellas nacen de las rosas, ellos de los repollos. Pero, ¿nos sirve esto para explicar el acoso, los abusos o las violaciones que se nos inflingen a las mujeres a diario? ¿Es este orden de cosas el causante de tanta opresión y violencia hacia nosotras?

Sobre este desencuentro entre unas y otros discurre precisamente la primera novela de Emma Cline. La narradora recuerda en primera persona una atracción funesta del verano de 1969, cuando era una adolescente de 14 años, en el transcurso de esa búsqueda de un mundo más independiente y libre, ajeno a su entorno.

Desde el collige, virgo, rosas o el carpe diem, tópicos bien clásicos, hordas de poetas-hombres vienen triturando la autoestima de las jóvenes con la imagen de la mujer-flor, esa idea de que la juventud y la belleza es cuanto poseen de más preciado. La madre de Evie vive pendiente de su figura, de su pelo y de su ropa, obsesionada por mantenerse sexy, aguantando como un helado bajo el sol. Esta rosificación de la mirada masculina, paralela al menoscabo del espíritu, nos representa como bellas durmientes, seres candorosos y, ante todo, objetos de conquista y disfrute; en el mejor de los casos, como mujeres fatales o narcisistas, pero siempre competidoras entre nosotras; esta rosificación, insistimos, se ha mantenido y pervive idéntica a lo largo de la historia del patriarcado, o dicho con palabras más simples: cada vez que un artista hombre hace referencia al segundo sexo. Contra esta peligrosa y espuria educación sentimental, bienvenidos sean revulsivos como el de Las Chicas.

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Emma Cline (1989, California, Estados Unidos) es escritora y novelista. Publicó Las chicas en 2016 y fue un éxito de público y crítica. Sus historias han sido publicas en The New Yorker o The Paris Review, entre otros. Fue nominada como mejor novelista joven en Granta.

 

Treinta y seis mujeres respiran en el poemario de Gema Palacios

Al pasar las páginas de este libro, pareciera que el lector leyera las propias líneas de su mano o las paredes de una habitación silenciada en su corazón. Uno se mira con catalejo hacia el interior. Y respira. Aunque se sienta frío –y se dialoga con Marina Tsviétaieva en algún rincón de Moscú-, aunque se toque hielo –la conversación termina en la habitación de Alejandra Pizarnik-. La vista percibe a través de estos versos cómo el invierno se derrite y se transforma constantemente en un nuevo jardín florido o en una nueva Siberia, sin desaparecer, pero sin doler.

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Yo querría atravesar el silencio con las uñas que me faltan

 

Es posible dejar de amar los detalles de los nombres

es absurdo dejarse amar por un resplandor de invierno

Voy a trazar un gesto             cerrar las cortinas      morir un poco.

 

Desde la intimidad más profunda a las confusiones más humanas, todo está reunido en este poemario que roza la fibra del lector, y aprieta. La disposición de los versos en el espacio da la sensación de expansión, y en cualquier momento una se da cuenta de que las palabras se cayeron del borde de la cama.

[…] Yo quiero tener sed de mí misma.

Autoafirmarse ante la soledad como esa criatura que nos visita de tanto en tanto. El recuerdo, el olvido, los claroscuros todo el tiempo caracterizan los poemas que nos trae la autora. Treinta y seis mujeres es esta pulsión universal en el sentir de las personas, una voz que nace de lo escrito por otras voces. Una mesa donde la poesía se sienta a tomar el café.

Acaso es la rabia quien me habita

o el deseo

el deseo de una rabia ya lejana

No me miento

Todo corazón tiene claroscuros.

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El valiente salto con tirabuzón de Julia Gutiérrez

La foto elegida para la tapa de Saltaré si hay abismo es de lo más representativa. Julia Gutiérrez se nos muestra semioculta, escondida, mimetizada, a la vez que nos lanza una mirada (que aquí es una voz en construcción) lúcida y desafiante:

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Cuando la sangre chorrea

sin más,

los niños lloran,

no hay refugio seguro,

la justicia es ciega,

un poema muere

y, después de lavarse las manos

convenciendo a algunos,

hasta algún dios

se pone de rodillas.

Sus versos punzantes y concisos muestran a una poeta en línea con las composiciones de su tiempo con poemas que incluso tratan el tema del derecho de la mujer a elegir la no-maternidad.

En su obra, los recuerdos están dispuestos en las estanterías de la memoria, de manera fragmentaria  y la lectora echa, quizás, en falta, un hilo conductor o un orden. A pesar de ello, Gutiérrez nos somete a un vaivén emocional que van desde Julia al exterior y vuelta a entrar; pasando por el amor a la injusticia como un torbellino.

El mar, el deseo, las raíces de la tierra como constante:

Las mujeres no somos

de piedra.

Relámpago en los dedos

y luego agua. 


Julia Gutiérrez (Huelva, 1972) es licenciada en Filología Inglesa con especialidad en literatura afroamericana. Sus poemas han sido publicados en varios medios y han aparecido en antologías. Su primer libro, Poemas (1999) vino seguido de cerca por La piel de la memoria (2010), un ensayo sobre la identidad femenina en la obra de la literata afroamericana Toni Morrison. Saltaré si hay abismo fue publicado en 2017 por la editorial Las Modernas y puedes adquirirlo aquí.

 

Los últimos días de Adelaida García Morales, la última novela de Elvira Navarro

En el año 2016 apareció uno de esos libros en los que el límite entre realidad y ficción se resquebraja a través de la literatura. Elvira Navarro escribía una novela titulada Los últimos días de Adelaida García Morales ficcionando, a través de una anécdota bastante triste, los últimos días de esta escritora afincada en Sevilla. El libro me llegó una buena mañana sin que lo hubiésemos encargado. Permaneció en las estanterías de la casa de mis padres, en Sevilla, y lo traje a París en una de mis incursiones al sur.

Esta novela corta, de gran potencia, narra fundamentalmente dos historias. Una, efectivamente, es la de los últimos días de Adelaida García Morales, una escritora que conoció una fama efímera, con obras notables como El Sur, llevada al cine de la mano de su ex-marido,  Víctor Erice. Adelaida aparece en la Concejalía de Cultura de Sevilla para pedir 50 euros y poder visitar a uno de sus hijos en Madrid. A partir de esta anécdota que comunica una trabajadora de la Delegación de Igualdad a Elvira, esta construye la novela. Y, como bien indica en la sección final de «Aclaraciones», el resto de lo que se narra es ficción.

La otra historia, narra el proceso de creación de un documental homónimo sobre los últimos días de Adelaida. En él, la realizadora emplaza a tres figuras cercanas a Adelaida en un edificio del barrio del Polígono Sur para que cuenten lo poco, o lo mucho, que saben sobre ella. Quizá, esta segunda historia, que se construye en paralelo a la primera, sea un comentario en clave metaliteraria sobre la escritura de la propia novela, y sobre la propia Elvira.

Se dará cuenta de que la cadena de pensamientos de aquel lejano día la ha reproducido luego no pocas veces, sin llegar nunca a reconocer que ese miedo a que la identifiquen con lo femenino, y por tanto a que la desprecien, está dentro de ella, e intuyendo que no ha dejado de suponer ese desprecio hacia lo femenino como cause del ninguneo a la autora, cuando lo más probable es que el olvido de García Morales se deba a que su producción se convirtió, a partir de cierto momento, en mimética y poco ambiciosa…

Lectoras y lectores pueden extraer diversas conclusiones de un libro que sin duda ha tenido una acogida polémica. De un lado, Elvira rinde un bello homenaje a una autora andaluza ciertamente enigmática, para la que la fama nunca importó demasiado y que escribía «desde la memoria. (…) El éxito y la publicación de mis novelas me dejan fría». Este homenaje literario sirvió para rescatar la figura de Adelaida en los medios de comunicación, especialmente en la prensa escrita, pero provocó también algunas críticas, especialmente del ya citado Víctor Erice, quien entendió la novela como un relato verdadero de los últimos días de su ex-mujer. La novela se construye también como una crítica al abandono de las instituciones culturales en España, recordándonos los olvidos, memorando las ausencias de todas las mujeres que un día se decidieron a coger una pluma, un lápiz, un bolígrafo.

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+ Vídeo: El tipo de entrevista que nunca le hacen a un hombre

Instagram de Elvira Navarro, con unas fotos bellísimas de la periferia madrileña


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Fotografía extraída del blog personal de la autora

Elvira Navarro (Huelva, 1978) es escritora y licenciada en Filosofía por la UCM. Ganó en 2004 el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid, y entre 2005 y 2008 disfrutó de una beca de creación en la Residencia de Estudiantes. Ha publicado: La ciudad en invierno (Caballo de Troya, 2007) y La ciudad feliz (Mondadori, 2009),  la novela La trabajadora (Random House, 2014) y Los últimos días de Adelaida García Morales (Random House, 2016). Ganó el XXV Premio Jaén de Novela y del IV Premio Tormenta al mejor nuevo autor, y recibió la distinción de Nuevo Talento Fnac.  Fue incluida en 2010 en la lista de los 22 mejores narradores en lengua española menores de 35 años de la  revista Granta. En 2013 fue elegida una de las voces españolas con mayor futuro por la revista El Cultural. Igualmente, ha colaborado en El Cultural, Quimera, Público y eldiario.es, entre otros.

 

“Mientras maduran las naranjas”,la guerra desde la ultraperiferia, por Cecilia Domínguez Luis

El imaginario sobre la guerra civil española suele tener situaciones conexas la mayoría de las cabezas. Un Madrid antifascista que resistiendo hasta el último aliento, una Barcelona anarquista encendida de barricadas, la extrema crudeza de la batalla de Teruel bajo cero. Guernica y Luno bajo escombros. Poetas, políticos y cientos de miles de personas aproximándose con desesperación a las fronteras con Francia, donde en poco tiempo les recibiría otra guerra aún mayor. Sin embargo, poco se sabe de lo que ocurría en los otros territorios españoles alejados de la Península Ibérica, en el África Española y en concreto en las Islas Canarias, donde se produjo el levantamiento por el ala de Franco.  Canarias cayó en el momento que se inició la guerra. Por delante quedaban tres años de guerra en la ultraperiferia. Guerra desde un frente abandonado, lejano y recientemente silencioso.

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La descripción de la vida cotidiana de Sara, una niña tinerfeña que cuenta sin comprensión de lo que acontece los años de guerra. Como sus tíos, maestros republicanos, son llevados a la prisión de Fyffes en mismo día en el que se produce el golpe. Como su madre y sus vecinas, que se han quedado solas y resisten gracias a los lazos de solidaridad entre mujeres, y se enteran del avance de la guerra sintonizando la clandestina Radio Pirenaica. Y como la familia sueña con que cada avión que pasa son republicanos que vienen a liberar las islas.

«-Por lo visto es un golpe de Estado que empezó aquí… Dicen que se reunieron en Las Raíces… Franco y otros militares.

-No creo que dure esto mucho. Imagino que el gobierno de Madrid ya está tomando cartas en el asunto…

-Ya se sabe -dijo no sé quién bajando la voz- hay militares que no entienden esto de la democracia y otros que todavía suspiran por el rey…»

Mediante una redacción simple y clara, propia de la expresión de los niños, Cecila Domínguez Luis irá haciendo un retrato del conflicto desde sus ojos, mostrando una atmósfera de un silencio imperante. Dónde hay miedo de los vecinos, dónde las mujeres recogen firmas para intentar salvar a sus familiares encarcelados del fusilamiento.  O dónde tener una huerta que haga más leve la cartilla de racionamiento.

 

««No se puede visitar a los que están en capilla», les dijeron. Entonces se acercó un soldado y les pasó unas cartas que los tíos habían escrito para despedirse.

No se atrevieron a abrirlas. MTía Amalia y nuestra madre no hacían más que mirar fijamente los sobres que temblaban en sus manos. Luego, y al mismo tiempo, se los pasaron a tío Juan y este los guardó en el bolsillo de su chaqueta. Era como si les quemaran. No lloraban. Su desconsuelo era seco, como de piedra, y por un momento temí que se desplomaran o enloquecieran. Cogí con fuerza la mano de mi madre; ella la apretó y entonces aprendí a llorar por dentro, pero eso dolía más.»

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Cecilia Domínguez Luis, (1948, La Orotava, Tenerife) Filologa hispánica, profesora e hija de la posguerra. Su vida ha sido dedica a la docencia y la literatura, con una basta publicación de poemarios y obras en prosa. Ha sido presidenta del Ateneo de La Laguna. Desde 2011 es académica en la Academia Canaria de las Letras y en 2015 recibe el Premio Canarias de literatura.