«El dedo en la boca», una inquietante novela de Fleur Jaeggy

JOCHIM: (…) La niña puede divertirse como le plazca, no hace falta inculcarle nada de nada. Ni tampoco que yo abuse de mi autoridad para hacerle llevar esas ridículas prendas de colores con encajes y lazos en la cabeza y obligarla, pobrecita, a hacerse la simpática, la amable y la pequeña bien educada antes de haber cumplido cinco años. (…) En todo caso me interesan sus actitudes, que no sé bien de qué dependen. Supongo que de sus propias necesidades.


Fleur Jaeggy (Suiza, 1940) es escritora y traductora. Utiliza la lengua italiana, puesto que reside en el país desde hace varias décadas. El dedo en la boca (Il dito in bocca) fue su primera novela, publicada en 1968 y hasta ahora, inédita en español. En 2001 publicó Proleterka, aclamado por The Times Literary Suplement como el mejor libro de 2003. En la ciudad de Milán colaboró con la Editorial Adelphi, la cual ha publicado la totalidad de su obra literaria en italiano. En su ambiciosa labor traductora, abordó autores de la talla de Marcel Schwob, Robert Walser o John Keats. Es considerada una autora de culto y sus novelas metafísicas, puesto que la acción suele transcurrir en el interior de los protagonistas. La novela que reseñamos hoy no es una excepción.

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Alrededor de El dedo en la boca surgen demasiados interrogantes. Catalogarla es encerrarla en definiciones inútiles, porque apenas existe trama o linealidad; casi no hay historia, solo trazos, esbozos. Puede que Jaeggy pretenda, más bien, crear una atmósfera inquietante, casi indecible. Una atmósfera extraña para nosotras, aunque no para la protagonista, Lung, de la que apenas sabemos que aún conserva la manía de meterse el dedo en la boca.

Jaeggy se diferencia por introducir una sorprendente multiplicidad de voces narrativas que podría explicarse, quizá, por el desequilibrio mental de Lung. O por la neutralidad inculcada por el tío Jochim, quien no pretende educarla de acuerdo a los roles femeninos de género. Puede que sea una metáfora de la dificultad para verse a sí misma desde fuera, dificultad que, por otra parte, todas podemos compartir. Al mismo tiempo, la obra se construye a través de fragmentos inacabados: como si hubiera alguna cámara que fuera encontrándose, una y otra vez, con situaciones completamente descontextualizadas. Situaciones que remiten a una ruptura casi total de la individua con el entorno social y sus convenciones. El sentido, sin embargo, adquiere una tenue presencia cuando conoce a Natham, neutral genéricamente como ella: cuando lo conocí a usted, no es que yo me explicara la singularidad de cada uno, por favor, pero encontré un orden, un sentido. 

El dedo en la boca es una grieta necesaria en la literatura, y también una apuesta literaria muy arriesgada. Precisamente por esto puede no ser comprendida y disfrutada por el gran público, ya que su lectura es, cuanto menos, confusa.

Para que podáis acercaros con otros ojos a la autora os dejamos un enlace titulado Cómo leer a Fleur Jaeggy, y un magnífico artículo de Enrique Vila-Matas, Educando mujeres correctas.

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El dedo en la boca ha sido publicado por Alpha Decay en septiembre de 2014.

*Biografía basada en: Trabalibros