Extrañamiento en flor. «Todo ajeno» de Natalia Litvinova

Por Carmen Diez Salvatierra

 Corte

Hay hombres con la delicadeza bruta de los pájaros.

Por mirarme abren el aire, deshilachan al viento.

Si me acerco a ellos, si logro acercarme,

me harán un corte invisible.


Natalia Litvinova (Bielorrusia, 1986) es poeta y traductora. Vive en Argentina, donde dirige la colección de traducciones de Melón editora. Coordina la sección de letras argentinas de la Revista Ombligo, y también da cursos sobre poesía y escritura acompañada de Javier Galarza. Mantiene un blog llamado «Animales en bruto» donde cuelga sus traducciones de poetas rusos. Ha publicado, además de Todo ajeno (2013) Esteparia (2010), Balbuceo de la noche (2012), Grieta (2012), Rocío animal (2013) y Cuerpos textualizados (2014), este último escrito junto con Javier Galarza.

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Algo en Natalia nos remite a la pureza. Pureza en el espíritu que termina siendo devastada, casi descreída. En el principio, una gran metáfora del error vital: Le arranco los botones a la camisa del que no la lleva. Una equivocación que nos anticipa una de las obsesiones de la autora: la complicada relación del sujeto poético consigo mismo y con sus semejantes. La poesía, entonces, se erige precisamente en salvación y espacio seguro. Replegada en sí misma, pero igualmente desolada en las relaciones sociales y afectivas.

Sus breves pero esclarecedores poemas nos remiten, casi imperceptiblemente, a una crítica emocional del feroz individualismo en nuestro mundo capitalista: Toda esta sombra perra sola como la gente. La cercanía que no deja huellas, la memoria traicionada por el olvido: Perder es un misterio. Aprendemos, casi inconscientemente, a deshacernos de todo aquello que nos hiere, para terminar viviendo en una falsa ligereza. El cuerpo es quien porta y evoca las antiguas sensaciones, quien atestigua su verdadera existencia. Quien, en definitiva, sufre el riesgo, la «marca» y las peligrosas apetencias: Me estremezco porque este cuerpo / descuidó sus fronteras / en busca de más.

De igual manera, los poemas de Natalia nos introducen a una reflexión metapoética, como si de sentencias se trataran. Su lucidez es extrema: la inutilidad de las palabras como medio de expresión de los sentimientos humanos, La intimidad se fuga con las palabras, o la escritura como trampa redentora: Escribir es ir hacia la herida para curarla con veneno.

Siendo así, la extrañeza que se desprende  de la poesía de Litvinova es fácilmente contagiosa. Extrañeza y extrañamiento o остранение, haciendo un uso no casual del concepto de los formalistas rusos. Pero cómo no sentirse desarraigada ante  la extrañeza que sigue, paradójicamente, al continuum de experiencias vitales.  La ausencia de lugar o la proliferación de lugares (in)habitables fruto de una amalgama de identidades -bielorrusa y argentina- explica quizá el carácter fragmentario de sus poemas, cercanos a la prosa poética al aparecer en frases cortas. Son pequeñas fracturas, grietas que luchan por derribar un muro impenetrable. El mundo: Ajeno como todo lo que es mío.

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Todo ajeno ha sido publicado por Vaso Roto en 2013.