La última generación, el mestizaje revolucionario de Cherríe Moraga

En 2011 había en Estados Unidos más de 50 millones de personas de origen hispano. Algo más de la mitad pueden considerarse chicanas: personas estadounidenses de ascendencia mexicana, personas atravesadas por la frontera. Mujeres y hombres que intentan ser parte de México porque no se sienten completamente gringos. Desde finales de los 60 y hasta finales de los 80 hubo un Movimiento Cultural Chicano del que fueron parte constituyente autoras de una relevancia hoy incuestionable como Gloria Anzaldúa o Cherríe Moraga. El movimiento se expandió no solo a la literatura sino al arte o al cine. Se trataba de un movimiento esencialmente político que reivindicaba el mestizaje y que se interesó por el rescate de la cultura mexicana anterior a las invasiones española y estadounidense. En ese sentido, La última generación es un buen exponente de esa doble cultura y también de esa doble e incluso triple marginación de la mujer chicana. Una marginación que no impidió a Moraga alzar la voz y llegar a ser un referente para el movimiento feminista, lesbiano y chicano.

Lo que interesa a Moraga es rescatar lo mexicano que hay en ella, des-privilegiar su parte blanca, atacar frontalmente al colonialismo tanto español como estadounidense y situar su propia existencia en toda una serie de conflictos que la atraviesan por lo que es por dentro y por fuera. No es casual que el libro se nutra de algunos de los hitos de la década en la que fue escrito: la derrota que supuso la pérdida de las elecciones por los sandinistas en 1990; la celebración del quinto aniversario del genocidio en Latinoamérica, llamado «descubrimiento», en 1992. Quizá por eso, por esa doble ansia de documentar y de mirar hacia dentro eso, La última generación es una obra híbrida, donde se combina el ensayo, la poesía, el diario e incluso la narrativa. Una obra que excede moldes, que se elabora en torno la compleja definición de identidad en un mundo colonizado y globalizado. Una autora cuya identidad, en sus propias palabras, intentó siempre disolver bordes. Moraga: la hija rebelde, la autora que intentó deshacerse de las contradicciones propias del pensamiento occidental; una mujer que vivió a contracorriente, que defendió aquello en lo que creía y que, además, nos dejó como legado una escritura confesional, contestataria y siempre en contacto con las realidades que le afectaban.

La última generación no es solo una obra culmen de la literatura chicana. Es una obra subversiva, tierna y honesta que lucha aún hoy por ocupar su lugar en la literatura universal.

Soy una mujer con casi cuarenta años sin hijos,

Soy una artista con casi cuarenta años sin comunidad,

Soy una lesbiana con casi cuarenta años sin compañera

Soy una chicana con casi cuarenta años sin país.

Y si fuese seguro, abriría los muslos

y dejaría que me entrase el mundo entero

y daría a luz, daría a luz, daría a luz la vida.

La disolución del ser, la disolución de los límites.

Pero no es seguro.

Ni para mí.

Ni para El Salvador.

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Publicada en horas y HORAS en traducción de Esther Sánchez-Pardo

 


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Cherríe Moraga (California, EE.UU, 1952) es poeta, ensayista y dramaturga. Su obra se centra en la reivindicación de las lesbianas y lxs chicanxs en los Estados Unidos. Estudió en la Universidad de Hollywood. En los años 70 se mudó a San Francisco, ciudad en la que se doctoró. Ha publicado títulos clásicos como la antología  This Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color (1981) junto a la activista feminista lesbiana y negra Barbara Smith;  Loving in the War Years: Lo que nunca pasó por sus labios (1983), Esta puente, mi espalda: Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos (co-editora, 1988),  La última generación: prosa y poesía (1993), Waiting in the Wings: Portrait of a Queer Motherhood (1997)The Hungry Woman (2001). Su obra, de gran madurez y valor universal, es bastante desconocida en España. La última generación es el único título que hemos encontrado traducido al español, catorce años después de su publicación en inglés/español, gracias al trabajo de la Editorial horas y HORAS coordinada por la Librería de Mujeres.

«Las mujeres somos unas lectoras «periféricas» Entrevista a María Galindo

María Galindo (La Paz, 1964) es una mujer anarcofeminista boliviana creadora del concepto y la teoría de la despatriarcalización. Su libro apareció en un primer momento bajo el título No se puede descolonizar sin despatriarcalizar, y reaparece ahora como A despatriarcar. En él, María critica duramente la tecnocratización del feminismo y la política de Evo Morales. En mayo de 2015, la autora viajó hasta España y presentó su libro, su propuesta y su colectivo, Mujeres Creando, en algunas de las grandes ciudades del país.

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María Galindo durante la presentación en Sevilla

Nosotras tuvimos la oportunidad de charlar brevemente con ella sobre el tema que nos interesa: la literatura.

CD. En primer lugar, María, ¿de dónde viene tu necesidad de escribir? ¿Para quién escribes?

MG. Yo creo que para mí es un acto vital. Si yo no escribo, me muero. Para mí es como respirar; esto a nivel muy personal. A nivel colectivo, yo creo que lo que yo escribo o lo que nosotras escribimos o pensamos tiene un nivel de originalidad muy importante y, por eso mismo, es muy necesario que eso quede escrito desde nosotras y no desde un tercer, un cuarto o un quinto que, en realidad, hagan una especie de traducción de lo que nosotras sentimos o pensamos. Y luego yo, así de forma muy explícita, si bien me dirijo a toda la gente que me quiera leer o me esté leyendo, yo me dirijo a las mujeres. Porque estoy también muy cansada de todo este escribir donde parece que las mujeres no son interlocutoras. Estoy muy harta de libros y teorías que están escritas para los hombres, pasando por encima de las mujeres. Entonces, las mujeres somos unas lectoras «ocasionales» o «periféricas».

AG. En Mujeres Reseñando hablamos únicamente de libros escritos por mujeres. ¿Cómo ves la lucha feminista a través de la literatura? 

MG. Como una lucha fundamental. Esto no quiere decir que nuestra literatura, la literatura desde las mujeres, tenga que ser un panfleto, pero yo creo que lo que nosotras sentimos, lo que nosotras pensamos e imaginamos, no ha sido suficientemente enunciado. No ha sido suficientemente proclamado. Incluso, no ha sido suficientemente planteado. Yo estoy hoy reñida con la literatura, pero hace muchos años yo ya no soportaba leer libros de hombres; leía libros únicamente de autoras. Ahora ya no leo narrativa de ninguna especie, me quedo con el ensayo y leo hombres y mujeres. Pero entiendo muy bien lo que ellas me han aportado.

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Grafiti de Mujeres Creando en La Paz (Bolivia)

AG. ¿Qué autora, en concreto, recomendarías a nuestras lectoras?

MG. Mira, a mí me gusta mucho Nawal al-Sa’adawi, egipcia, y me gustan mucho las autoras desconocidas. Yo creo que nos están haciendo una trampa, las grandes editoriales, porque nos han vendido material muy comercial. Yo cuando veo un nombre que no conozco, entonces me pongo a hojearlo. La cosa está un poco complicada. Hay que escudriñar en las autoras desconocidas, salir de ese sujeto hegemónico que es la mujer blanca, europea y académica y buscar a esas «otras» teorías políticas, a esas «otras» literaturas, que son muy difíciles de encontrar. Por ejemplo, en el caso mío, si no me editara yo, no me editaría nadie. Si no nos hubiéramos editado nosotras, las Mujeres Creando, desde el primer momento, hubiéramos perdido mucho de nuestro pensamiento inicial que es bellísimo. Cuando ya fuimos reconocidas, han venido algunas editoriales a querernos editar, y nosotras nos hemos podido dar el lujo de decirles «no, muchas gracias». No nos aportaba nada: nosotras ya sabemos editar nuestros libros, sabemos distribuirlos, sabemos venderlos. Estamos haciendo nuestro camino desde hace mucho tiempo y no necesitamos de las grandes editoriales. Luego, yo creo que las grandes editoriales han hecho del libro un objeto de comercio, ¿no? Entonces, si los libros son relativamente caros en España, ni qué decir en Bolivia. Nosotras, al lado de la librería, tenemos una fotocopiadora y punto final. Hay que intentar, como sea, salir de ese circuito.

CD. Dentro de Mujeres Creando, ¿hay otras compañeras escribiendo y editando sus propios libros?

MG. Sí, sí. Yo soy una escritora, si quieres, muy continua. Yo tengo el escribir como parte de mis rutinas, para mí escribir es un acto cotidiano. En general, en el movimiento, nos hemos planteado el trabajo manual, el trabajo intelectual y el trabajo creativo como tres formas de un mismo trabajo. Hay un cómic, de Danisa Luna, una de las compañeras que no tiene más de 25 años y lleva dos años en el movimiento. Su escritura es el dibujo. Luego tenemos las revistas, y en cada una escriben autoras diferentes: Carolina Ottonello, Julieta Ojeda, Helen Álvarez… compañeras del movimiento que escriben lo que sienten y lo que piensan. Lo que yo sí he notado es que hubiera una especie de impedimento, una especie de mudez inicial, que hay que romperla. Intentamos que la rompan, pero entendemos que es un proceso.


Desde aquí agradecemos enormemente que María tomase un rato para charlar con nosotras.

Entrevista realizada por Amelia Gestoso y Carmen Diez.

«La vida en los ramajes» o la poética feminista de Olalla Castro Hernández

Mucho después,

Rosa Park Diría:

«Solo estaba cansada,

tan cansada que tuve que sentarme».

Fue cuando los blancos

siguieron murmurando,

cuando el revisor le ordenó,

asiéndola de un brazo,

que regresara atrás,

al sitio de los negros,

cuando ese gesto minúsculo

y liviano

hizo cambiar el curso de la historia.

– «Rosa Park no quiso levantarse»


Olalla Castro Hernández (Granada, 1979) es licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y doctora en Teoría de la Literatura por la Universidad de Granada. Ha resultado ganadora en varios certámenes literarios (I Premio Internacional de Poesía Piedra del Molino, Segundo premio Relatos de Verano Ideal, Accésit Premio Internacional Artífice de Relato). Ha sido columnista del diario La Opinión de Granada durante seis años y cantante y letrista de varios proyectos musicales (Nour, Rebelmadiaq). En 2013 es galardonada con el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández por su poemario La vida en los ramajes (Devenir, 2013).

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Ya nos estaba costando demasiado encontrar autoras andaluzas que escribieran desde un posicionamiento claramente feminista. Y, al fin, la hemos encontrado. A ella y a su fantástico poemario La vida en los ramajes, que es, al mismo tiempo, reivindicación de lo femenino como fuerza activa, cuestionamiento del canon literario y hermoso alegato en favor de los derechos humanos.

El libro se divide en cinco apartados. El primero da nombre al título, «La vida en los ramajes», y es una declaración de intenciones. Se nos presenta una mujer que rompe los límites de la feminidad impuesta, siempre bajo sospecha y, por ende, mujer-fortaleza frente a los hombres-cálculo, claros secuaces del capital y enemigos de la vida. En «Las otras invisibles» se nos pone voz a grandes figuras de la literatura femenina como Virginia Woolf o Emily Dickinson, y se denuncia su ausencia en el canon literario. El tercer apartado, «Negritudes», es un homenaje a la música y la cultura negra, en especial al jazz y al swing, sin olvidar el difícil contexto en el que nacieron estos géneros. En «Los modos del deseo o la mujer-sujeto», la autora plantea una toma total de iniciativa en el terreno sexual, con poemas eróticos y amorosos.

Ya en la última parte, «Autobiografías apócrifas», hay un paso del nosotras al yo, de lo social a lo individual. En un tono mucho más elegíaco, Olalla nos habla de rupturas liberadoras, así como de la necesaria autocrítica, ese replegarse hacia dentro y reconocerse, en lugar de desconocerse. Porque aún hoy lo personal sigue siendo político.

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La vida en los ramajes ha sido publicado por Devenir en octubre de 2013.

 una fresca canción de nour, uno de los proyectos musicales de la autora…

El doble como estrategia de denuncia en “Cuando las mujeres quieren a los hombres”, de Rosario Ferré

Tú fuiste el culpable, Ambrosio, de que no se supiera hasta hoy cuál era cuál de las dos, Isabel Luberza recogiendo dinero para restaurar los leones de yeso de la plaza que habían dejado de echar agua de colores por la boca, o Isabel la Negra, preparando su cuerpo para recibir el semen de los niños ricos, de los hijos de los patrones amigos tuyos que entraban todas las noches en mi casucha alicaídos y apocados, arrastrando las ganas como pichones moribundos con mal de quilla, desfallecidos de hambre frente al banquete de mi cuerpo; Isabel Luberza la Dama Auxiliar de la Cruz Roja o Elizabeth Black, la presidenta de los Young Lords.

(“Cuando las mujeres quieren a los hombres”, Papeles de Pandora, 1976)


Rosario Ferré (1938) es una de las principales escritoras puertorriqueñas, quizás la única que goza de reconocimiento fuera de su país. Es autora de numerosos libros de relatos y novelas, así como de ensayos y poesías. De su producción destacan, sobre todo, Papeles de pandora, La casa de la laguna y A la sombra de tu nombre. Al pertenecer a una de las familias mejor posicionadas de la isla, su obra representa un ataque frontal a la burguesía del momento y a la estructura patriarcal. Recibió el premio “Liberatur Prix” en Frankfurt, Alemania, en 1992.

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En este relato, Rosario Ferré nos muestra, mediante una elaborada técnica en la que el punto de vista del narrador intercala la perspectiva de las dos mujeres protagonistas, la ruptura silenciosa de los roles de género. En el texto asistimos a la narración de las vidas de la mujer y de la amante de Ambrosio tras la muerte de este. La trama del cuento nos aleja de las clásicas narraciones en las que el hombre es siempre el personaje central para adentrarnos en las desventuras del personaje femenino, que suele ser secundario y un mero apoyo para definir al principal.

Ferré comienza con una muerte al más puro estilo de “El aleph» de Borges: anunciando el fallecimiento de Ambrosio, que se convertirá, al igual que Beatriz Viterbo, en un peculiar McGuffin, ese elemento que no está presente pero que condiciona toda la trama. Lo más interesante es que no es un juego puramente narrativo o estilístico: traspasa la estructura literaria para convertirse en un símbolo del androcentrismo de la sociedad. La autora nos muestra a estas mujeres que representan los dos esteorotipos clásicos: el ángel y el demonio, la donna angelicata y la femme fatale, la señora y la prostituta, la blanca y la negra. Lo que se propone es evidenciar cómo los roles que adoptan las mujeres han sido reducidos a una simple oposición binaria que no parte de ellas, sino del punto de vista masculino. 

La autora utiliza, en un magnífico juego de deconstrucción cultural, la figura del doble para integrar en uno los dos tipos de mujeres que han sido reconocido. Ya en la cita que utiliza como epígrafe del cuento, “Conocemos solo en parte y profetizamos solo en parte, pero cuando llegue lo perfecto desaparecerá lo parcial. Ahora vemos por un espejo y oscuramente, mas entonces veremos cara a cara”, se pone de manifiesto. Son personajes a los que Ambrosio, como representante simbólico del poder patriarcal, ha hecho imperfectos, incompletos, maniqueos. Y son personajes que aprenderán, a lo largo de los años, a vencer el rol impuesto y a vengarse mediante la transgresión del orden. Imprescindible.

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Papeles de Pandora fue publicado por la Editorial México en 1976.

«El centro del mundo», una triple composición dramática de Angélica Liddell

El mundo es una mera organización de mentiras recompensadas.

La efusión de cualquier declaración de amor 

es proporcional al beneficio y a la recompensa. 

Tras una declaración de amor se esconde una gran estafa. 

Tras un halago se esconde un gran traidor.

No creas a nadie. 

Simplemente te estarán diciendo lo que quieres escuchar

para obtener su porcentaje de beneficio.

Y una vez hayan extraído la grasa suficiente,

te mandarán a la mierda para no tener que soportar tus lágrimas,

para poder vender el jabón sin remordimientos. 

 

A los sacamantecas no les gusta sufrir.

 

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Angélica Liddell (Figueres, 1966) es, entre otros, Premio Nacional de Literatura Dramática por La casa de la fuerza (La uÑa RoTa, 2011) y León de Plata de la Bienal de Venecia en 2013 «por su capacidad de transformar su poesía en un texto que agita el mundo». En 1988, mientras estudia Psicología en Madrid, escribe su primera obra introduciéndose desde entonces en el mundo del teatro, una unión inseparable que continúa indisoluble hasta la actualidad. Sus textos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, rumano, ruso, alemán y portugués.


Angélica Liddell abre la sección teatral de Mujeres Reseñando, y lo hace con una pieza tridimensional que no deja indiferente. Tridimensional porque este centro del mundo que nos propone la autora se compone por tres obras de teatro, diferenciadas entre sí, que sin embargo engendran un todo con sentido que alcanza el círculo perfecto con la última página del tomo. Tres temáticas diferentes (la madurez, la emigración a un país extranjero y el miedo al abandono) que colisionan en un lugar común: la eterna desdicha humana producida por el entorno. A pesar de tratarse de teatro, las obras se leen con una facilidad pasmosa, resultando en muchas ocasiones más poéticas que teatrales. Es por ello que El centro del mundo se antoja una obra (o mejor dicho, un conjunto de obras) difícil de representar, con una gran cantidad de monólogos, reflexiones abstractas y escasas interacciones entre personajes. No obstante, esto ayuda al lector a introducirse por completo en un género complicado, como es el teatro.

Si algo define a este libro de Angélica Liddell es la intensidad. Dramas intensos y cargantes, que angustian al espectador sin, por ello, dibujar un ambiente irreal. La autora es capaz de profundizar en las preocupaciones más universales, haciendo de estas piezas obras totalmente humanas. Son, a pesar de ello, relatos muy poco policromados: es el gris lo que prevalece en estas historias de lo eterno y lo miserable. Entre los tópicos fundamentales de estas obras nos encontramos la pérdida de la inocencia, la decepción, la búsqueda del yo (sin final feliz), el desamor, el egoísmo o el destino trágico de la raza humana. Las tres obras son pequeñas joyas, pero destaca especialmente la última, Todo el cielo sobre la tierra (El síndrome de Wendy) como un enorme lienzo de la humillación de la persona por el miedo a la soledad. Algo desolador y tremendamente real; tanto que hace saltar las lágrimas. La estética es muy moderna y tiene un color de voz especial, pero resulta en muchos puntos similar a las grandes tragedias griegas debido a esta temática tan ligada al fatalismo del destino y las preguntas existenciales del ser humano.

Rendido ante Angélica Liddell, el lector no puede más que afirmar su genialidad. E incluso ante ello – como ante todo – la autora catalana susurra: Desconfía.

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El centro del mundo está publicado por La uÑa rota.