«El desconsuelo al ver que nada realmente cambia, a pesar del cambio: Salíamos del más absoluto de los descontroles, que es la dependencia virtual, el monstruo que se fagocita a sí mismo, y entramos en otro tipo de dependencia, más elemental, más cercana, pero que demuestra al fin y al cabo lo frágiles e ineptos que somos»
Hace unos meses me llegó por las redes sociales una noticia que causó furor entre mis conocidos. Anunciaba que se estaban regalando casas en pueblos despoblados a aquellas personas que estuvieran dispuestas a dejarlo todo para irse allí. No dejó de resultarme curioso el interés suscitado en torno a esa noticia, y me preguntaba: si esto hubiera pasado hace diez o quince años, ¿alguien (excepto los románticos aventureros de siempre) realmente se lo plantearía en serio? Sin embargo, todo es distinto ahora. No son pocos los que reniegan de toda esta espiral de “progreso” cuya cara más amarga ha sido puesta en evidencia, aquella que se preocupa de la tecnología y no de lo puramente humano. La crisis de la civilización en la que nos hallamos incita a que nos paremos un momento y nos preguntemos, a nosotros mismos, dónde estamos, adónde queremos ir y cómo podemos conseguirlo.
Ese, precisamente, es el punto de partida de la primera novela de Lara Moreno, Por si se va la luz. Hay quien la ha tachado de lenta, de aburrida. Y es que, es evidente, este libro no es para todos los gustos. Si lo tuyo son las novelitas ligeras, rápidas, con mucha acción o una trama vertiginosa, o esperas encontrarte una historia sobre aventuras en el medio rural, no es tu libro. Este es estático, absorbente, obsesivo, oscuro, sucísimo. La acción casi no existe, se limita al monólogo interior que va fluyendo, unas veces en primera y otras en tercera persona, desde el mismo centro de los distintos personajes que componen esta novela coral. Lara Moreno se recrea en esa cotidianeidad que pasa sin pena ni gloria, en la repetición amarga de una existencia que pareciera estancada.
Nadia y Martín, una pareja que no pasa por su mejor momento, deciden dejarlo todo y embarcarse en un viaje que parece sin retorno. Allí se encuentran con Elena, Damián, Enrique, Yvana, Zhenia, todos con un pasado que les ha hecho romper con el mundo. Es una novela claramente de personajes en la que, por ejemplo, Nadia, que destaca ligeramente por encima del resto, se debate entre la pesadumbre, el hastío de un mundo que no le gusta, que rompe con su círculo de confort, con sus vestidos, sus zapatos arreglados, sus cuadros. Se debate entre la necesidad y la desesperación con respecto a Martín. Espera que venga algo que la salve. Quizás debajo de todo exista el miedo al vacío, a que bajo la ropa no haya nada, a que no tenga a qué atenerse cuando el mundo que conocía se evapore y solo quede la desnuda y áspera verdad. Ese soy yo, esa eres tú. Ya solo queda lo que humanamente podemos ser, sin artificios. Y eso asusta. Y si se va la luz, lo que nos alimenta, no solo externa, sino internamente, ¿Qué haremos? ¿Cuál es la alternativa? ¿Qué haremos si tenemos este panorama de fondo? Este que sirve de excusa para llevar hasta el límite a los personajes, que constituye la crisis ecológica y medioambiental, apenas si mencionada en alguna conversación y que forma parte del misterio que envuelve a todas las personas que van a parar a ese trozo de nada, ese que genera alrededor de la trama una sensación de intriga y terror, de densidad, al modo de las narraciones clásicas.
Estar al límite, romper con todo. Salir del tiempo, del tiempo moderno acelerado y estresante. ¿Es posible empezar de cero? Parece que es la pregunta que late al fondo de la obra. Huir no es huir aquí, es intentar comenzar. El viaje del centro a la periferia en el que la periferia es el centro, que rompe esquemas y redefine los modos de vida. La luz, la luz como elemento imprescindible en un mundo tecnológicamente atrasado. La luz, la ausencia de la tiniebla vital. ¿Qué nos queda cuando tenemos la certeza de que no vamos, necesariamente, en progresivo ascenso? La nada. Sin embargo, y desgraciadamente, este es el comienzo apasionante de una novela que se desinfla un poco, que se hace repetitiva, circular. En cualquier caso, creo que se dejan entrever el pulso lírico y la capacidad narrativa de una autora que peca de inexperiencia a la hora de conformar una novela. Tendremos que seguir pendientes.
Lara Moreno, nacida en 1978 en Sevilla, se trasladó siendo muy joven a Huelva. Además de escritora, es editora y profesora de escritura. Antes de lanzarse y deslumbrar con la novela, publicó libros de cuentos y de poesía: Casi todas las tijeras, cuatro veces fuego, La herida de la costumbre, Después de la apnea. Aparece, además en numerosas antologías. Ha sido catalogada como una de las representantes de la estética neorruralista de la novela del siglo XXI y ha recibido varios premios, como el “Cosecha Eñe” en 2013 por el relato “Toda una vida”. Por si la luz se va fue publicada por Lumen en 2013